domingo, 26 de octubre de 2014

Don't think twice, it's alright.



Me atormentan las caras bonitas y los ojos azules,
por menos envidia que mi alma pueda tenerles.

Las voces celestiales, el aroma a vainilla,
los anillos regalados y una oreja llena de pendientes
no me harán competencia a las puertas del paraíso;
pero aquí abajo, en este infierno terrenal,
son una amenaza.

Que si existe un cielo, ella tiene por seguro que el cuerpo necesita del averno.

Hay cosas que a mi mente se le escapan,
como por la boca se me escapan los suspiros
y se escurren por las alcantarillas.

Por tu estrella me levanto a la mañana, y por ella me parece hermoso el mundo.

Hoy siento que tu estrella no me alumbra,
que tu lucero se apaga y me apaga los días.
Pero oh,
es tan hermoso el danzar de la vida bajo la luz de tus ojos...


Y no hay más canon que el de tus imperfecciones,
no hay más armonía que la que hacen tu risa y la mía superpuestas;
mi único número áureo lo forman la suma de tus lunares.

Dedícame una sonrisa, anda,
que sin ser rubia ni bonita
creo que la tengo merecida.


domingo, 12 de octubre de 2014

De puertas va la cosa.

Pasa,
está abierto.

Estoy abierta, no me asusta enseñarte qué secretos encierra mi cabeza.

Si alguna vez te preguntaste quién soy, tengo la respuesta.

Me presento, soy el color púrpura.

Soy unas botas viejas desgastadas por los pisotones,
unos dedos pequeños pero regordetes,
una nariz como no hay otra
y un suspiro escuchando un vinilo de David Bowie.

También soy el sonido de la lluvia sobre el tejado,
un pintalabios metalizado,
un sorbo de calimocho a través de una pajita rosa
y cada paso que dan unos pies descalzos sobre el suelo frío.

Algunas mañanas simplemente no soy,
por las noches soy un orgasmo,
pero nunca jamás soy bandera ni himno,
y todos los días soy libertad.

Soy la voz nasal de Bob Dylan, la voz ronca de Janis
y cada herida autoprovocada en la piel de Iggy Pop.
Soy los patos que en invierno desaparecen de Central Park
y soy pura paranoia en la mente de una mujer sana.

Siempre fui la woman unkind de aquella canción de Led Zeppelin,
un verso a medio escribir,
cada lágrima de frustración adolescente
y caladas mal dadas a cigarros robados.

Sé que soy aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
o ese músico sordo que componía odas a la alegría,
pero también soy la ultraviolencia
y el maullido tímido de un gato bajo un coche.

El olor del mar, purpurina, submarinos amarillos;
manzanas prohibidas y guillotinas,
soy todo lo que soy porque tú eres todo lo que quiero,
soy un viaje en tren de ida sin vuelta.

Soy una feminazi, una castrista, una radical,
una mente que vive en las nubes, mi guitarra Desire,
el sonido de los barcos que llega hasta mi casa;
soy Carnaby Street.

Soy muchas cosas y no soy, soy este poema sin rima.
Soy.

Cierra la puerta al salir.




sábado, 27 de septiembre de 2014

Carta de disculpa al ser humano.

El mundo en el que vivimos nos somete desde que nacemos a tener una serie de prejuicios. Ningún bebé nace siendo racista, sexista o intolerante; son cosas que se adquieren poco a poco en mayor o menor medida, dependiendo del ambiente en el que el pequeño se críe. Incluso habiendo pasado mi infancia con una familia que trató de otorgarme unos valores de aceptación e igualdad, mis primeros contactos con la sociedad me infectaron con pequeñas ideas negativas preconcebidas. 
Teniendo en cuenta el constante bombardeo que se nos hace desde todos los medios con esa costumbre popular de rechazar a las personas diferentes es muy complicado ser consciente de ello, pero no imposible. Se puede escapar de esas imposiciones sociales leyendo, entrenando el pensamiento crítico y siendo verdaderamente honestos con nosotros mismos; preguntándonos si actuamos realmente como deseamos o como nuestro entorno desea que actuemos. La cura para todo ello es tan simple como la búsqueda de los porqués. Estoy segura de que hoy, a mis 17 años, no habré logrado quitarme de la cabeza esos prejuicios en su totalidad, pero al menos considero que son minúsculos los que puedan quedarme en comparación con los que tuve en determinados momentos.
Así pues, comienzo mi carta de disculpa al ser humano empezando por la persona más cercana a mí, que no es otra que yo misma.
Me pido perdón por haberme privado de ciertas oportunidades debido al miedo al ridículo, por haberme obligado a decir "te quiero" ante el temor de no estar a la altura de la situación, por haberme vestido como otros esperaban que vistiera y no como a mí misma me apetecía, por haber ocultado mis rizos y haber sentido vergüenza hacia ellos, por haber intentado esconder mis gustos musicales que tan diferentes eran de los de mis amigos, por haberme pasado años arrancándome el vello corporal o maquillándome con la única razón de recibir la aprobación de mi entorno, por no haber protestado ante las injusticias que vieron mis ojos en algunos momentos y, resumiendo, por cada vez que reprimí mi propia forma de ser por no ajustarse a la que se esperaba de mí.
Una vez me he disculpado a mi propia persona, llega el momento de disculparme a todas las demás con las que considero que no tuve un comportamiento respetuoso.
Lamento profundamente cada vez que he utilizado el físico como un insulto hacia una persona, y también los gustos personales. Siento mucho haber utilizado las palabras "zorra", "guarra" o "puta" de forma despectiva hacia mujeres que lo único que hacían era lo que les apetecía, o por burlarme de la orientación sexual de alguien. Pido perdón a las personas de otro color de piel por las que algún día haya podido tener prejuicios y por haber criticado las decisiones personales de otros a pesar de que estas no me afectaran ni directa ni indirectamente. No volveré a ser irrespetuosa con nadie, ni meteré mis narices en asuntos que no me incumban. Propongo como una de mis metas más próximas alcanzar la mayor tolerancia posible ante la forma de vida elegida por la gente que conozca, y que no conozca.
Y espero que todo aquel que lea esta carta reflexione como lo hice yo algún día. No hay razón para rechazar a las personas que son o actúan de forma diferente, siempre y cuando no hagan daño a nadie.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Hola, otoño.

La lluvia inspira, será que llueve inspiración;
también respira la lluvia y alivia mi respiración.

Inspirada te lloví incontables versos,
la lluvia al caer desmintió todos los besos.

Me inspiran tus ojos de color de lluvia,
me imagino que cada gota es una lágrima tuya.

Inspiro y suspiro;
respiro, expiro.

La lluvia es menos lluvia cuando no llueve contigo.

Sun, sun, sun, here it comes.


Abrí la ventana un día de invierno, 
esperando recibir en mi rostro una caricia del sol que se escapa de los nubarrones, 
pero obtuve más que eso. 

La luz del sol se coló en mi habitación, 
la vi claramente y tenía forma de mujer. 
Bailaba al rededor mía, 
llenó al instante de calor mi pequeño cuarto
y me cantó al oído canciones del centro del universo.

La luz del sol me abrazó y me pidió que me fuera con ella,
y me escapé de su mano dejando mi cuerpo inerte sobre el suelo de mi fría habitación.

Abre la ventana, que ahora soy el sol y ahora quiero verte.

El extraño caso del hombre que sangraba.

Recuerdo perfectamente el momento en el que empecé a sentir las molestias que poco después desembocarían en la terrible enfermedad sin cura que hoy me atormenta cada vez que deja salir a relucir sus síntomas periódicamente. Yo era tan sólo un niño, no tenía apenas 12 años y me gustaba jugar al fútbol con mis amigos. Una tarde de verano, no muy entrada la estación, me encontraba jugando como siempre en la plazoleta de detrás de mi casa. Cuando me vi con la oportunidad de chutar el balón y marcar un gol limpio, no fui capaz de controlar mi fuerza y sin querer lo lancé tan lejos que acabó cayendo dentro del patio de la casa de uno de mis vecinos. Normalmente habría manejado con calma la situación y habría ido sin problema a pedirle amablemente al dueño de la casa que me devolviera mi pelota, pero esta vez reaccioné diferente. Me quedé aturdido un instante y sentí cómo un par de lágrimas se escapaban por mis ojos sin que yo pudiera evitarlo, y detrás de ellas vinieron más y más. Lloraba como un niño pequeño delante de mis amigos, quienes no dudaron en reírse de mí por dejar aflorar mis sentimientos en público.
—¡Mirad, está llorando! —gritaba el más gordo de la pandilla, quien nunca tuvo ningún tipo de delicadeza con nadie, a la par que me señalaba. Yo me froté los ojos y mi expresión facial se tornó agresiva, algo dentro de mí me impulsó a encaminarme hacia él y agarrarlo por el cuello de la camisa.
—¡Gordo de mierda, me tienes harto con tus tonterías! —le grité con la cara muy cerca de la suya— ¡Vete a tu puñetera casa a comer bollicaos y deja de molestar donde a nadie le gustas, gilipollas!
Se hizo el silencio. El chico me apartó de un empujón y se puso en marcha con una mezcla de enfado y tristeza, dando sutiles zapatazos en su camino. Apenas pasados diez segundos, me inundó el arrepentimiento y se me partió el alma al ver a mi amigo dolido por mis severas palabras, necesitaba disculparme.
—Lo siento, de verdad. Por favor, no te vayas, no quería decirte eso. Te aprecio muchísimo, eres de mis mejores amigos, no pretendía herirte... No sé lo que me pasa. 
Pero él ni se giró, y las caras de decepción del resto de mis amigos se me clavaban como cuchillas. En un momento me quedé solo en medio de aquella plazoleta, pero preferí tomarme la situación con orgullo y volver a mi casa con la cabeza bien alta, aunque con cierta confusión. No podía explicarme esos cambios de humor que estaba sufriendo, y pensar en ello me volvía a llevar a las lágrimas pero sin estar triste del todo. Se me entrelazaban las emociones, y casi sentía que se me reflejaban en el físico haciendo que me dolieran algunas partes del cuerpo en pequeña medida. Pero tan sólo se trataba del principio. 
Tras varios días prolongando esa inestabilidad emocional, me levanté un día sintiéndome bastante incómodo con mi cuerpo y notándome hinchado por la zona del pecho. Fui al cuarto de baño, pensando que quizá ese dolor de barriga que sentía se me aliviaría haciendo de vientre, pero me llevé una terrible sorpresa. Me encontré en mis calzoncillos una horrible mancha de color rojo oscuro que parecía venir de mis genitales, que también se encontraban manchados. Comprobé que se trataba de sangre, pero una sangre a medio coagular. Mi rostro palideció y vi cómo el pánico empezaba a apoderarse de mí hasta salir por mi boca en forma de grito. Mi padre acudió en mi ayuda rápidamente y al presenciar la escena me llevó al médico lo más rápido que pudo. Yo no paré de llorar durante todo el camino, pensando que la más terrible y grotesca de las muertes iba a acallar mi vida en breve. 
En el médico me hicieron incontables pruebas, y veía a enfermeras murmurar mientras me miraban de reojo. Estaba muy asustado, no sabía qué me ocurría ni por qué me ocurría a mí, y al parecer los médicos tardaban demasiado en dar respuesta a esas mismas preguntas. Tras mucho esperar en la consulta, el médico por fin encontró un diagnóstico que darme.
—Su caso es el primer caso registrado de esta enfermedad —tosió tímidamente y se colocó bien las gafas—, y por lo tanto aún no existe cura posible.
Mi padre me agarró la mano y miró al cielo, y yo me aguanté como pude las ganas de llorar.
—No sabemos qué la origina, pues no hemos encontrado rastro alguno de virus o bacterias perjudiciales, ni de malfuncionamiento orgánico. Simplemente, su cuerpo está produciendo más hormonas de las que debería, y su aparato reproductor interno está sufriendo fuertes hemorragias cuyo origen desconocemos. Lo único que podemos hacer es tomar nota de los síntomas que usted vaya sufriendo de ahora en adelante y continuar haciendo todas las pruebas que sean necesarias. Vuelva por la consulta la semana que viene y comprobaremos su evolución. De momento, si el dolor se hace muy insoportable puede tomar analgésicos como el que le he recetado —nos extendió una hoja con el nombre del medicamento escrito—, y puede hacer más llevadero el sangrado utilizando pañales.
Dejé aquella consulta de la mano de mi padre, preocupado, atemorizado y confundido, y la mirada de él me dio a entender que él sentía las mismas cosas. Compramos las cosas que el doctor nos recomendó, y las utilicé durante esa semana, impaciente por volver y deseando escuchar unas palabras tranquilizadoras. Pero poco a poco sentí cómo a lo largo de la semana, la sangre salía en menor medida y los dolores de vientre desaparecían hasta que dos días antes de la cita no quedaba ni rastro de mi nueva enfermedad. Aun así, acudí al médico y le informé del cambio. Acordamos otra cita para aproximadamente dentro de un mes, por si volvían a surgir los síntomas, pero yo ya me sentía tranquilo. 
Ese mes transcurrió completamente normal, como antes, y mi padre y yo volvimos a respirar aliviados, pero la pesadilla se repitió justo cuando se aproximaba el momento de la cita con el médico. Una vez más estuve otra semana sufriendo aquella tortura y justo al acabar acudí a la consulta del médico, quien pensó que quizá se trataba de una enfermedad que mostraría sus síntomas periódicamente cada mes. Conforme fue pasando el tiempo, comprobé desgraciadamente que se trataba de una predicción acertada, y que no pasaba un mes sin que el diablo rojo volviera. No parecía ser una enfermedad mortal, y los síntomas no se agravaban ni se reducían con el paso del tiempo. Simplemente reaparecían cada 28 días, y al principio no me permitían hacer mi vida normal. Hasta que descubrí que podía taponar mi uretra con unos pequeños algodones atados a un hilo, no podía ir a piscinas o a la playa mientras tuviera los sangrados, y temía que todos mis veranos se fueran a ver amargados. Cada vez que sentía aquellos terribles dolores de vientre que se extendían hasta mis piernas y se reflejaban en mi estómago o incluso mi cabeza me planteaba el mismísimo suicidio. No quería seguir viviendo mientras sufriera esa monstruosidad. Pero poco a poco pude recuperar mi vida más o menos con normalidad, acostumbrándome a mis cambios emocionales previos y ayudándome de analgésicos para evitar el dolor. Simplemente me acostumbré y aprendí a ignorar el hecho de que yo estaba sufriendo algo que nadie más sufría. 
Además, al cabo de un tiempo los doctores encontraron relación entre esa evacuación de sangre y mi capacidad reproductiva. Resultó ser como un proceso de limpiado que sufría mi organismo para hacerme capaz de procrear. Ya no se trataba de una tortura innecesaria e inservible, de ella dependía mi futuro como padre, y en cierta medida eso me animaba a aguantarla.
Pero lo que más me dolía de aquello es que nadie parecía sentir la más mínima empatía conmigo, nadie comprendía que esa inestabilidad emocional no era culpa mía, y creían que exageraba cuando hablaba de la gravedad de mis dolores. Y nadie quería oír hablar de mis síntomas, incluso resultaban ofensivos para algunos. Mi sangre parecía ser más asquerosa que la de las demás personas, impura diría yo. Y a veces, este rechazo de las personas y la falta de apoyo hacia mi enfermedad resultaban incluso más molesta que los propios dolores. 
Sólo pido un mínimo de reconocimiento por soportar cada mes lo que soporto, algo de empatía, y que cese este afán de demonizar mi enfermedad. No es impura, no produzco nada que no tengan los demás cuerpos y no la escogí yo. Gracias a ella, podré aportar mi granito de arena continuando nuestra especie y eso me hace llevar con orgullo mi enfermedad.  Para mí, mi enfermedad es natural y forma parte de mi cuerpo, y exijo respeto durante todo el tiempo que deba sufrirla. 

sábado, 6 de septiembre de 2014

You can't always get what you want, but If you try sometimes you might find you get what you need.

Me aterraba más contagiarme de madurez que de cualquier enfermedad, y cada día voy notando cómo va entrando poco a poco en mí.

Voy a contaros una cosa.

Desde niña he sido una soñadora y siempre he querido estar en lo más alto. Una de mis mayores motivaciones para no abandonar mis locos sueños y perseguirlos ante todo, era mi madre. Y no precisamente porque ella me apoyara o por nada positivo, mi motivación residía en no convertirme en ella cuando creciera.
Está horrible decir eso, la verdad, pero tiene explicación. Mi madre cuando era niña bailaba ballet y le encantaba. Podría haber sido una gran bailarina, pero por cosas del destino mis abuelos la sacaron de la academia y no pudo seguir mejorando. Desde entonces y desde que tengo memoria de ella, he percibido cómo miraba con tristeza a cada grupo de ballet que salía en la televisión, diciendo "yo podía haber sido una de ellas...". A mí esa escena me horrorizaba, yo no quería acabar con 40 años sintiéndome igual cuando viera algún músico importante dando algún concierto. 
Pero resulta que hace poco me di cuenta de que mi madre lleva un tiempo aprendiendo a bailar rock and roll y swing, y ha arrastrado a mi padre a eso. Van a festivales a bailar, a conciertos, o incluso en medio de la calle. A mi madre le gusta de vez en cuando poner la música a todo volumen y ponerse a ensayar los pasos en el salón, y hay ocasiones en las que me llama para que note su progreso. Desde luego la veo más feliz que nunca bailando agarrada a mi padre y estrenando sus vestidos nuevos. 
Puede que mi madre nunca llegara a ser una famosa bailarina de ballet, pero parece que ha encontrado algo que la llena mucho más. 

Ahí hay una valiosa lección de la que siento que debería aprender, y tened por seguro que lo voy a hacer.

(
Ah, y le he pedido a mi madre que me enseñe a bailar, seguro que eso la hace más feliz todavía.)

United States Of Love.


Me acaricia el suave calor que emana el mismo sol que un día iluminó a Aristóteles, a Napoleón, a Mussolini y a Marilyn Monroe. La brisa me revuelve el pelo y desearía poder embotellar el olor del desierto para poder usarlo de perfume todos los días. Para que, cuando te perdieras en mi cuello, te acordaras del día en el que recorrimos la autopista sin un destino fijo, solos tú y yo. La libertad era nuestra bandera y nuestro himno era Ventura Highway sonando desde la radio de tu Cadillac decapotable del mismo color que tus ojos, azul claro. Contigo, todos los veranos eran el verano del amor. 

sábado, 9 de agosto de 2014

A un amor ficticio sin forma definida.

Quiero comerme el mundo, y comerte a ti en cada rincón nuevo que encontremos.
Sé mi brújula de día y por la noche, hazme perder el norte cuando visites mi sur.
Serán tu cráneo y caja torácica mi maleta, pues contendrán todo aquello que necesito para no quedarme en el camino, y será tu mirada el faro que alumbre los mares que contigo navegue.
Hagamos de lo nuestro el viaje más bonito del mundo;
viajemos en barco, en avión, en coche, o en cuadraditos de cartón sin movernos del sitio.
Lo que tú prefieras.
Y no me importa que tú, en cada destino, tengas una apariencia distinta, un acento distinto y un pasado distinto. Tampoco me importa que tu sexo no sea el mismo.
Me da igual que no seas tú la misma persona en cada encuentro, siempre y cuando seas mi fiel compañía cuando esté demasiado lejos de mi hogar. Y también cuando esté en mi isla verde escuchando el canto de las gaviotas que hasta mi montaña llega.
Prométeme que, te llames como te llames y me llames como me quieras llamar, estarás ahí.


miércoles, 14 de mayo de 2014

Sobre la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer.

Quizá mis oscuras golondrinas ya no vuelvan
y marchen tristes y apenadas en su vuelo,
pues el poeta romántico y sublime ya no está;
se tiñe de enamorada oscuridad el amplio cielo.

Su tez pálida y blanquecina,
sus castaños bucles en el pelo,
sus profundos y expresivos pardos ojos,
cuanto más distan de mí, más los anhelo.

Siempre melancólico, eternamente joven,
tristemente por él sonaron las campanas.
¡Ay, de pena se marchitaron las flores
cuando silenció su vida una muerte temprana!

Así que me quedé sin saber a dónde va el amor cuando muere,
y el paradero de las oscuras golondrinas desconociendo.
Bien sabía él que un beso dado con la mirada a veces hiere,
pero nunca sabrá que las pupilas azules las clavó él en el tiempo.


miércoles, 7 de mayo de 2014

La historia del amor.

A mí me vino a visitar el amor una vez, hace algún tiempo. Ese amor tenía el pelo largo y rubio ceniza, y los ojos negros, y cuando se reía se le formaban unos plieguecillos por la zona de la nariz que eran adorables. El amor era inteligente, era sensible, y era mi amigo. Pero nunca estuvo cerca, por aquel entonces no supo quién era para mí, y al contárselo desapareció durante un tiempo.

Volvió el amor no mucho después, pero aunque compartía su sangre ya no era rubio, sino de pelo oscuro como el carbón y de ojos pardos acompañados de hermosas pecas. No lo reconocía, ahora fumaba y tenía la estúpida manía de cantar alto por la calle. Ésta vez también se fue cuando le confié lo que significaba para mí.

Y justo pocos instantes después, apareció el amor más fuerte que antes, encarnado en unos ojos verdes, unos tirabuzones castaños y una sonrisa que se caracterizaba por tener un colmillo algo más salido que el otro. Llevaba el amor camisetas de grupos de rock and roll, recuerdos en el alma de haber conocido al amor anteriormente y el puño siempre levantado. Un viernes nos dimos cuenta el amor y yo de que ambos significábamos lo mismo para el otro, y ambos vivimos muchas experiencias. Al amor le encantaba oírme cantar, y una vez me escribió un poema. Contábamos los meses juntos el amor y yo, quedábamos a solas, me enseñaba cosas que le enseñó a él su amor en sus anteriores visitas y discutíamos entre quién era mejor; si Black Sabbath o Led Zeppelin. El amor era perfecto, era una carcajada que a todos nos sonsacaba la risa y era unos ojos emocionados después de un beso. El amor me quería, pero yo amaba al amor.
Cuando el amor ya no me quiso, cuando yo todavía lo amaba, un viernes, quiso irse porque creyó sentir que su amor lo buscaba por otra parte. Sin embargo, al poco tiempo, entre tormentas y tempestades, volvió a mí, pero yo ya no lo amaba -sólo lo quería-. El amor me quería a mí a veces sí y a veces no, cuando hacía mal tiempo no me soportaba pero cuando hacía sol lo tenía a mis pies. Y empecé a darme cuenta de que el amor era, en algunas ocasiones, un pelín insoportable. El amor tenía momentos inmaduros, y siempre quería llevar la razón. El amor era posesivo, pero buscaba amores en mis peores enemistades. El amor no era ya tan guapo, ni tan atractivo, ni su risa era agradable. Hacía mucho que el amor no me escribía poemas, y se nos olvidó la canción que yo le escribí a él. Ahora está enterrada en el fondo de mi alma. El amor ya no era perfecto, quizás nunca lo fue. El amor se ha vuelto a ir, y no lo encuentro, yo sólo veo gente con los rostros que el amor una vez tuvo, y que ahora han encontrado a sus amores, a excepción del último, que todavía a veces se atreve a llamarme amor.

domingo, 4 de mayo de 2014

Desengaño (y su puta madre).

Me repugna el mundo, me repugna tu actitud y todo lo que tenga que ver contigo.

Tantas veces que me has ilusionado, que me has hecho sonreír, ¿para qué? ¿De qué sirve si luego has jugado conmigo como has querido? No lo entiendo.

No te entiendo.

Yo sólo quiero que, sea quien sea el que está arriba, me diga qué puto problema tiene conmigo.
No sé qué es lo que me obliga a sufrirte, pero ojalá me deshaga de ello pronto porque no sé si voy a poder seguir soportándolo.

Esta es la historia de cómo con bondad, generosidad y altruismo obtuve traición, mentiras, falsas ilusiones y ganas de mandarlo todo a la mierda. Nada sirve de nada, no sé por qué me empeño en mirar por fuera de mi ombligo cuando nadie aparta la vista del suyo. Espero que me sirva de lección.

Los cuervos siempre van a ser cuervos, no te esfuerces en criarlos si tienes mucho aprecio por tus ojos.


jueves, 10 de abril de 2014

Vejez nacional.

La juventud es fuego cuando lucha,
la juventud es sentido, es pasión.
La juventud hace la revolución
cuando la madurez ya no le escucha.

Un pueblo envejecido, de mucha
costumbre y de mucha absurda tradición,
sin juventud nunca pasará a la acción
el día que ya nada haya en su hucha.

Si nuestros jóvenes echan a volar,
condenan a este pueblo a ser esclavo,
a hundirse poco a poco en las arenas.

Creyendo ser libres por poder votar,
este triste pueblo se habrá agachado
y gritará ¡que vivan las ca'enas!





miércoles, 9 de abril de 2014

Soneto dedicado a los momentos de soledad cuando no hay papel.

Tú, que tras los duros momentos estás
para limpiar y borrar su recuerdo.
Tú que eres la calma tras el esfuerzo,
mi consuelo cuando aún queda algo más.

Tú, de complexión blanca como la sal,
de agradable tacto es todo tu cuerpo.
Sin ti, de disgustos ya me habría muerto
pues es inútil tratarte de cambiar.

Te juro que ahora siento que me faltas
en este ambiente cargado y tóxico,
tanto que me llega a hacer daño.

Qué tristes son las horas cuando pasan
si no se tiene papel higiénico,
qué triste está este cuarto de baño.




martes, 8 de abril de 2014

Soneto rescatado de mi verano de las sonrisas (2012) y continuado ahora mismo.

VIVIR JUNTOS, MORIR SOLOS.

Y si en el esperar a la mañana
se torna fugaz lo que llega tarde,
yo, sin ser valiente ni ser cobarde
no espero ni a las arrugas ni a las canas.

Que cuando por ti suenen las campanas
y yo extrañe en ti el fuego que ahora arde,
tenga la certeza de que fui parte
de otra desperdiciada vida humana.

De nada sirve vivir en la pena,
tampoco lamentar haber nacido,
ya que todo quejarse es en vano.

Cuando ya no tengas sangre en las venas
y tu cuerpo esté medio podrido,
podrás llorarle en paz a los gusanos.

domingo, 6 de abril de 2014

Soneto a unos ojos bonitos.

A ojos del público que nos mira,
te pones en el papel de no sentir.
Por eso te ves obligado a mentir;
ya ni me quieres, ni me necesitas.

Ahora que yo dedico mi vida
a asuntos míos, y me alejo de ti,
sé que me piensas cuando vas a dormir,
y que tus manos extrañan las mías.

Nos mordemos la cola, pescadillas
es lo que somos y siempre seremos
por más que nos empeñemos en cambiar.

Fuiste sueño, ahora pesadilla.
Dijiste que te saqué del averno,
pero yo hoy me hundo en el fondo del mar.


viernes, 28 de marzo de 2014

Apareces.

Respiro tranquila, se serenan las tempestades de hace algún tiempo y se calma también mi alma. Se me cierran los ojos y se me abre el corazón para contemplar con nostalgia mis recuerdos guardados bajo llave. Olvido sin querer engaños, traiciones y desprecios. Surge una armonía entre mi cuerpo y mi entorno.

Pero entonces, apareces.

Cuando recupero la esperanza, la sonrisa y la confianza, apareces.

Y apareces para hundirme, para derribar mis ilusiones de nuevo y volverme a hacer sentir como el grano de arena que soy. Jamás controlé ninguna situación, y has tenido que mostrarte tú para que yo fuera consciente de ello. Me rompes, me destrozas, me deshaces. 

Yo sólo quiero que te esfumes y que no dejes rastro ninguno, porque te echo de más a cada segundo que te veo.

sábado, 1 de marzo de 2014

I really don't know life at all.

Hace poco llegué a una conclusión, y es que una de las peores cosas que nos podían pasar a los soñadores es que la ciencia avanzara hasta donde ha llegado hoy en día. Los descubrimientos de miles y millones de galaxias nuevas, cada una con miles y millones de planetas y estrellas de tamaños inimaginables para nosotros, nos están haciendo comprender que no somos en absoluto tan importantes como nos creíamos. Cuando somos pequeños nos reímos de lo diminutos que son esos destellos en el cielo nocturno y sin embargo, al crecer y aprender, tenemos que afrontar que no sólo somos motas de polvo frente a esos astros gigantes sino que, además, tampoco brillamos. Por cierto, hablando de mirar al cielo, yo nunca he sido una persona que sintiera mucha curiosidad por hacerlo por instinto propio ni nada de eso. Son muy pocas noches las que me ha dado por apuntar la mirada hacia arriba para asegurarme de que las estrellas seguían ahí, aunque cada vez lo hago más. Será que siempre había dado por hecho que en cualquier momento que mirase iban a encontrarse ahí arriba, pero ahora que voy creciendo y desaprendiendo lo aprendido no me fío de nada y tengo que comprobarlo por mí misma. 
Retomando el tema inicial, si para mí fue muy triste asumir que no era nadie para el resto de seres humanos, más triste lo fue aceptar que los seres humanos no eran nada frente al universo en el que vivimos. Es algo que le quita mucha importancia a todo, que me hace creer por primera vez en el azar y me arranca de cuajo las ganas de seguir soñando. ¿Para qué crear si no va a ser apreciado, y si es apreciado no va a servir de nada? Tal era mi frustración al hundirme en aquel tema que no podía comprender cómo un sentimiento tan grande cabía dentro de una cabeza tan pequeña. Y entonces se me aclararon las ideas y volví a soñar durante un momento. Somos minúsculos pero también son minúsculas las células y aún más los átomos, y quizá para la estrella Betelgeuse no seamos ni un granito de arena, pero en comparación con una bacteria cualquiera somos descomunalmente enormes. Recordé el relativismo y saqué la cabeza a respirar tras haberme estado ahogando en mis propios pensamientos. Será que todo depende del ojo que lo mire, porque yo como soñadora me niego a aceptar que el más fuerte sentimiento humano o la más bella creación artística que haya nacido en la Tierra sean cosas tan carentes de sentido o importancia. Al fin y al cabo, y hasta que otras formas de vida inteligente prueben lo contrario, dar relevancia o no a las cosas es algo meramente humano y es imposible hablar de ello queriendo tener un punto de vista como desde el exterior. Así pues, desde la opinión humana está claro que lo más significativo para nosotros somos nosotros.
Y una vez hube desatado ese nudo existencial de entre los muchos que tengo formados en mi cabeza, pude respirar tranquila. Sé que lo único que había hecho era darme a mí misma una respuesta bonita y tranquilizadora ante algo que no se podía resolver, al menos no con una cabecita tan pequeña como la mía, pero me dio igual. A pesar de que lo que más me convence hoy día es una forma de pensar tirando hacia el nihilismo, me di cuenta de que las personas necesitan algo en lo que creer para no hundirse en la locura. El día que no tolere más respuestas optimistas para tapar mis vacíos existenciales y acepte tragar con la cruda realidad de la absoluta incertidumbre, espero que el manicomio en el que me encerréis no sea desagradable en exceso.


viernes, 28 de febrero de 2014

Luchar contra una misma.

Si tus sentimientos murieron, me veo obligada a hacer que los míos se suiciden.
Porque no tiene sentido que yo te quiera sin querer quererte, y que tú queriéndome querer no me quieras.

Lo cierto es que ni yo puedo hacer eso ni quiero hacerlo de todos modos.

Es triste echarte de menos aún estando contigo, pero la esperanza de que vuelvas no me deja pasar página y asumir que nunca volverás a ser el mismo.

Pasó el momento de componer poemas y canciones, ahora es cuando tú los olvidas y yo entre lágrimas los recuerdo. ¿Te acuerdas de cuando eras feliz y yo era la causa?

Ya, bueno, yo tampoco. Yo tampoco me quiero acordar.


lunes, 27 de enero de 2014

Odio admitir que tienen razón.

Eres mi dolor de cabeza favorito, mi mejor pesadilla y un cielo nublado en verano. Te odio tanto como te amo, y no puedo vivir contigo pero tampoco sin ti. Eres el antídoto al veneno que tú me das, mi más destructiva adicción y mi enemigo más querido. Estoy deseando que vuelvas a ser otro estudiante más en Salamanca para llorar todo lo que te voy a echar de menos mientras aprendo a caminar sola. Siempre pensé que eras para mí pero cada día estoy más segura de que me equivocaba, estás destruyéndome poco a poco. Miento. Soy yo quien se destruye intentando que tú no te destruyas. Y la razón por la que no corto el hilo ahora que me he dado cuenta de la situación es porque no podría, me moriría antes de ser yo la que pusiera fin a esto. Necesito un motivo externo e inevitable que se interponga entre los dos y nos obligue a seguir caminos diferentes. 
Sólo de pensar en el final ya siento los ojos empañados y me entran ganas de fundirme en un eterno abrazo contigo, pero debo ser fuerte porque sé que es lo correcto. Sé que me echarás de menos de vez en cuando, pero yo te echaré de menos día y noche. Creíamos que lo nuestro había durado menos de lo que está durando, pero no es así. Aún no se han derretido los peces de hielo del whiskey on the rocks que somos nosotros. Entre tanto, aquí sigo, mendigando cariño de tus días fríos y recibiéndolo sin pedirlo de tus días alegres. Yo por ti me corté las alas, pero eso no significa que no pueda aprender a volar todavía.

lunes, 20 de enero de 2014

2012, invierno.



Me acuerdo de besos.
Besos que saben a perfume.
Perfume de mi cuello que se aferró a tu lengua
para después volver a mí por la puerta de mis labios.

La brisa del mar, el frío.
Tú y yo abrazados, refugiados de un mundo que hiela;
tu boca me habla de Nietzsche y de Marx.

Soy pequeña, muy pequeña, pero sentirte me hace grande.
Quererte era perfecto cuando te quería querer.