sábado, 9 de agosto de 2014

A un amor ficticio sin forma definida.

Quiero comerme el mundo, y comerte a ti en cada rincón nuevo que encontremos.
Sé mi brújula de día y por la noche, hazme perder el norte cuando visites mi sur.
Serán tu cráneo y caja torácica mi maleta, pues contendrán todo aquello que necesito para no quedarme en el camino, y será tu mirada el faro que alumbre los mares que contigo navegue.
Hagamos de lo nuestro el viaje más bonito del mundo;
viajemos en barco, en avión, en coche, o en cuadraditos de cartón sin movernos del sitio.
Lo que tú prefieras.
Y no me importa que tú, en cada destino, tengas una apariencia distinta, un acento distinto y un pasado distinto. Tampoco me importa que tu sexo no sea el mismo.
Me da igual que no seas tú la misma persona en cada encuentro, siempre y cuando seas mi fiel compañía cuando esté demasiado lejos de mi hogar. Y también cuando esté en mi isla verde escuchando el canto de las gaviotas que hasta mi montaña llega.
Prométeme que, te llames como te llames y me llames como me quieras llamar, estarás ahí.