De levantarme ahora mismo, coger una mochila con algo de ropa dentro, dinero, y salir por la puerta sin despedirme de nadie. Sin rumbo, sin destino. Pero si eso pasa, no será hoy. Aun tengo muchas cosas por hacer aquí.
Y la verdad es que estoy mucho mejor de ánimos que ayer, que estaba bastante mal.
También tengo unas ganas enormes de que estos tres meses pasen rápido. Una vez pasen, me esperan tres también. No meses, sino días. Concretamente los mejores de mi vida, y los pasaré en Madrid con gente a la que no quiero. No los quiero. LOS AMO.
Va a ser legendario. Sin padres, sin preocupaciones. Dentro de una burbuja de 1969. Porque esto va a ser increíble. Y estoy contando los días para esas dos o tres noches sin dormir con Lara, gritando al ver el Live in Pompeii de Pink Floyd. La tarde que quedemos con toda la gente, en el Retiro, a tocar la guitarra. Porque tengo motivos por los que sonreír. Y ahora mismo, no entiendo por qué no sonreía ayer.
Quizás es porque la adolescente normal y con complejos que llevo dentro se empeña en salir. Pero tranquilos, todo controlado, espero que no vuelva a salir más.
Pues eso, que tengo ganas de que llegue Navidad. Para irnos a Ibiza con una bolsa de libras sin cambiar, para comernos el planeta Venus. Para ser Banderas. Seremos Margarett y Layla. Cuento los días. Las horas. Los segundos.