Y con las primeras lluvias de Otoño, desaparece la melancolía veraniega para dejar paso a los suspiros por el Invierno y por los sueños rotos. Anochece antes, y antes te echo de menos. Las hojas de los árboles pierden su color verde, pero tus ojos me lo recuerdan para que no olvide que no siempre fueron marrones. Ni siempre se cayeron de sus copas al suelo para ser pisadas. No te cambiaba por nada ni nadie.
"Un día de estos, te mataré."
Soy libre de encadenar mi libertad, y de darte a ti la llave. Ahora es cuando me doy cuenta de que mi meta no es la felicidad, es ser yo, con mi forma de deprimirme por cualquier cosa. Todo es perfecto, no me puedo quejar, y sin embargo me quejo. Soy así.
Pero me gusta pensar que para cada momento en el que mi ánimo decaiga, tengo esperándome un tierno abrazo tuyo que me haga sentir segura, pero no viva. Sólo me siento humana cuando estoy triste, la felicidad me resulta tan irreal que hace que mi vida parezca algo que pasa ante mis ojos como una película en la que yo no soy ni un mísero papel secundario.
No sé por qué escribo estas cosas. Ni siquiera estoy mal, me gusta esta situación, pero lo cierto es que hay algo dentro de mi que me pide que me preocupe. Quizá es que estos dos meses han pasado demasiado rápido y me aterra la velocidad a la que puedan ir los demás. Te echo de menos ahora mismo, y echo de menos que me digas que me quieres sin articular palabra, sólo con los ojos.