Aquí estamos. En esta pequeña porción de esta pequeña porción de universo a la que llamamos Planeta Tierra, vais a poder descubrir mil maravillas que el ojo humano ve pero ignora. Aquí las mujeres son hombres y los hombres son mujeres. Todo es en blanco y negro pero a la vez colorido. De un color que no puede reflejarse ni en las más brillantes y llamativas flores de toda la jungla que rodea el Amazonas. Dentro, bajo este pequeño gran techo de tela -concretamente terciopelo rojo- vais a vivir experiencias que harán que las que viváis fuera os parezcan minúsculas. Así pues, bienvenidos. Los animales hablan, las personas rugen. El cielo se funde con el infierno para crear este lugar en el que el tiempo no es más que algo que pasa ajeno a las enrevesadas mentes de vosotros, los espectadores. Ah, los espectadores... ¡Los jueces! Que vosotros con un aplauso o con un abucheo decidís la suerte de el pobre que actúa para entreteneros. ¡Pero no habéis pagado en vano! ¡No! ¡Porque aquí os vais a divertir! Ahora debo pedirles que se agarren a sus asientos, porque este circo vuela. Sí, han oído bien. VUELA. Vuela hacia donde ustedes quieran llevarlo, a donde ustedes quieran dirigirlo. Pero tranquilos, que aunque vuele, seguirá tan pegado al suelo como el ancho trasero de aquella señora se encuentra pegado a su asiento. Y si quieren ustedes, puede llover aquí dentro. Si lo prefieren, hará sol y los rayos de sol atravesarán la carpa de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Hará calor, hará frío. Porque vosotros y no yo, sois los directores de la función. ¡Y ahora, si me disculpan, debo dar comienzo a esa series de maravillas que van ustedes a vislumbrar desde sus asientos!
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