Está decidido, viviré un año en mi amado Montmartre. Y después, tras un año de sueños y arte, puede que vuelva a la realidad. Si es que encuentro el camino, porque esa realidad de la que me hablan es algo que nunca he podido conocer.
Levantarme una mañana por los rayos de sol, vestir falda, ponerme flores en el pelo, y salir a oir cantar a la guitarra de músicos anónimos que seguirán siempre en el anonimato mientras un leve olor a pintura proveniente de los lienzos de los pintores callejeros llega a mi nariz. Pintar toda mi casa y convertirla en arte abstracto. Componer un disco de música folk, pasear bajo la sombra de los cerezos en flor, y sonreirle a los extraños. Enamorarme y desenamorarme, reír y llorar.
Quizás encuentre a un Syd Barrett francés al borde de la locura, y quizás el encuentre en mi lo que buscaba. Quizás siga sola durante todo mi camino. Lo que sé es que sería como un año en el paraíso, o en lo más parecido que jamás he visto. Será la época que yo quiera, y yo seré lo que quiera ser.
No, amiga, es un futuro muy bonito pero la realidad es que no vas a ver músicos callejeros en Francia, vas a ver a callejeros a secas, y en España. Sí, mientras esperas en la cola del paro. Y probablemente yo esté en esa misma cola, ambos muriéndonos de frío junto a muchas, muchas personas más. ¿No es perfecto?
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