Tú, perdido y solitario.
Tú, extraño como los ángeles, bailando en el océano más profundo, jugueteando con las aguas,
eres como un sueño.
Me encanta engañarme, me encanta hacerme ilusiones, e imaginarme todo lo imaginable que se pueda pasar por mi cabeza. Pensar que no lo tengo tan difícil, que quizá ella ya cada vez sea menos para ti, y que quizá yo sea algo más que tu estorbo personal.
Pero entonces te miro, te miro esperando una de tus escasas y encantadoras sonrisas, y me encuentro con unos ojos tristes que se mueren de ganas de llorar. No puedo decirte nada, estás perdido entre tu música, pero me muero de ganas de hablarte y de que me hables. Pero tú nunca hablas, escuchas, por decisión propia.
Y entonces sospecho que quizá tengas tanta tontería encima que te avergüenzas de tus propios problemas.
Algún día me cansaré de estar ahí, de sufrir por no verte, de necesitarte. Aquello que parecía un capricho adolescente se vuelve amor, y un problema grande. Ojalá fueras mío, ojalá. ¿Pero quién soy yo? ¿Qué tengo yo que ella no tenga? ¿Qué podría aportarte yo? Me aterran las respuestas.
Como un sueño del que no quiero despertar.
Aun sigo imaginando el final que me conviene.
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