A mí me vino a visitar el amor una vez, hace algún tiempo. Ese amor tenía el pelo largo y rubio ceniza, y los ojos negros, y cuando se reía se le formaban unos plieguecillos por la zona de la nariz que eran adorables. El amor era inteligente, era sensible, y era mi amigo. Pero nunca estuvo cerca, por aquel entonces no supo quién era para mí, y al contárselo desapareció durante un tiempo.
Volvió el amor no mucho después, pero aunque compartía su sangre ya no era rubio, sino de pelo oscuro como el carbón y de ojos pardos acompañados de hermosas pecas. No lo reconocía, ahora fumaba y tenía la estúpida manía de cantar alto por la calle. Ésta vez también se fue cuando le confié lo que significaba para mí.
Y justo pocos instantes después, apareció el amor más fuerte que antes, encarnado en unos ojos verdes, unos tirabuzones castaños y una sonrisa que se caracterizaba por tener un colmillo algo más salido que el otro. Llevaba el amor camisetas de grupos de rock and roll, recuerdos en el alma de haber conocido al amor anteriormente y el puño siempre levantado. Un viernes nos dimos cuenta el amor y yo de que ambos significábamos lo mismo para el otro, y ambos vivimos muchas experiencias. Al amor le encantaba oírme cantar, y una vez me escribió un poema. Contábamos los meses juntos el amor y yo, quedábamos a solas, me enseñaba cosas que le enseñó a él su amor en sus anteriores visitas y discutíamos entre quién era mejor; si Black Sabbath o Led Zeppelin. El amor era perfecto, era una carcajada que a todos nos sonsacaba la risa y era unos ojos emocionados después de un beso. El amor me quería, pero yo amaba al amor.
Cuando el amor ya no me quiso, cuando yo todavía lo amaba, un viernes, quiso irse porque creyó sentir que su amor lo buscaba por otra parte. Sin embargo, al poco tiempo, entre tormentas y tempestades, volvió a mí, pero yo ya no lo amaba -sólo lo quería-. El amor me quería a mí a veces sí y a veces no, cuando hacía mal tiempo no me soportaba pero cuando hacía sol lo tenía a mis pies. Y empecé a darme cuenta de que el amor era, en algunas ocasiones, un pelín insoportable. El amor tenía momentos inmaduros, y siempre quería llevar la razón. El amor era posesivo, pero buscaba amores en mis peores enemistades. El amor no era ya tan guapo, ni tan atractivo, ni su risa era agradable. Hacía mucho que el amor no me escribía poemas, y se nos olvidó la canción que yo le escribí a él. Ahora está enterrada en el fondo de mi alma. El amor ya no era perfecto, quizás nunca lo fue. El amor se ha vuelto a ir, y no lo encuentro, yo sólo veo gente con los rostros que el amor una vez tuvo, y que ahora han encontrado a sus amores, a excepción del último, que todavía a veces se atreve a llamarme amor.
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