Quizá mis oscuras golondrinas ya no vuelvan
y marchen tristes y apenadas en su vuelo,
pues el poeta romántico y sublime ya no está;
se tiñe de enamorada oscuridad el amplio cielo.
Su tez pálida y blanquecina,
sus castaños bucles en el pelo,
sus profundos y expresivos pardos ojos,
cuanto más distan de mí, más los anhelo.
Siempre melancólico, eternamente joven,
tristemente por él sonaron las campanas.
¡Ay, de pena se marchitaron las flores
cuando silenció su vida una muerte temprana!
Así que me quedé sin saber a dónde va el amor cuando muere,
y el paradero de las oscuras golondrinas desconociendo.
Bien sabía él que un beso dado con la mirada a veces hiere,
pero nunca sabrá que las pupilas azules las clavó él en el tiempo.
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