El mundo en el que vivimos nos somete desde que nacemos a tener una serie de prejuicios. Ningún bebé nace siendo racista, sexista o intolerante; son cosas que se adquieren poco a poco en mayor o menor medida, dependiendo del ambiente en el que el pequeño se críe. Incluso habiendo pasado mi infancia con una familia que trató de otorgarme unos valores de aceptación e igualdad, mis primeros contactos con la sociedad me infectaron con pequeñas ideas negativas preconcebidas.
Teniendo en cuenta el constante bombardeo que se nos hace desde todos los medios con esa costumbre popular de rechazar a las personas diferentes es muy complicado ser consciente de ello, pero no imposible. Se puede escapar de esas imposiciones sociales leyendo, entrenando el pensamiento crítico y siendo verdaderamente honestos con nosotros mismos; preguntándonos si actuamos realmente como deseamos o como nuestro entorno desea que actuemos. La cura para todo ello es tan simple como la búsqueda de los porqués. Estoy segura de que hoy, a mis 17 años, no habré logrado quitarme de la cabeza esos prejuicios en su totalidad, pero al menos considero que son minúsculos los que puedan quedarme en comparación con los que tuve en determinados momentos.
Así pues, comienzo mi carta de disculpa al ser humano empezando por la persona más cercana a mí, que no es otra que yo misma.
Me pido perdón por haberme privado de ciertas oportunidades debido al miedo al ridículo, por haberme obligado a decir "te quiero" ante el temor de no estar a la altura de la situación, por haberme vestido como otros esperaban que vistiera y no como a mí misma me apetecía, por haber ocultado mis rizos y haber sentido vergüenza hacia ellos, por haber intentado esconder mis gustos musicales que tan diferentes eran de los de mis amigos, por haberme pasado años arrancándome el vello corporal o maquillándome con la única razón de recibir la aprobación de mi entorno, por no haber protestado ante las injusticias que vieron mis ojos en algunos momentos y, resumiendo, por cada vez que reprimí mi propia forma de ser por no ajustarse a la que se esperaba de mí.
Me pido perdón por haberme privado de ciertas oportunidades debido al miedo al ridículo, por haberme obligado a decir "te quiero" ante el temor de no estar a la altura de la situación, por haberme vestido como otros esperaban que vistiera y no como a mí misma me apetecía, por haber ocultado mis rizos y haber sentido vergüenza hacia ellos, por haber intentado esconder mis gustos musicales que tan diferentes eran de los de mis amigos, por haberme pasado años arrancándome el vello corporal o maquillándome con la única razón de recibir la aprobación de mi entorno, por no haber protestado ante las injusticias que vieron mis ojos en algunos momentos y, resumiendo, por cada vez que reprimí mi propia forma de ser por no ajustarse a la que se esperaba de mí.
Una vez me he disculpado a mi propia persona, llega el momento de disculparme a todas las demás con las que considero que no tuve un comportamiento respetuoso.
Lamento profundamente cada vez que he utilizado el físico como un insulto hacia una persona, y también los gustos personales. Siento mucho haber utilizado las palabras "zorra", "guarra" o "puta" de forma despectiva hacia mujeres que lo único que hacían era lo que les apetecía, o por burlarme de la orientación sexual de alguien. Pido perdón a las personas de otro color de piel por las que algún día haya podido tener prejuicios y por haber criticado las decisiones personales de otros a pesar de que estas no me afectaran ni directa ni indirectamente. No volveré a ser irrespetuosa con nadie, ni meteré mis narices en asuntos que no me incumban. Propongo como una de mis metas más próximas alcanzar la mayor tolerancia posible ante la forma de vida elegida por la gente que conozca, y que no conozca.
Lamento profundamente cada vez que he utilizado el físico como un insulto hacia una persona, y también los gustos personales. Siento mucho haber utilizado las palabras "zorra", "guarra" o "puta" de forma despectiva hacia mujeres que lo único que hacían era lo que les apetecía, o por burlarme de la orientación sexual de alguien. Pido perdón a las personas de otro color de piel por las que algún día haya podido tener prejuicios y por haber criticado las decisiones personales de otros a pesar de que estas no me afectaran ni directa ni indirectamente. No volveré a ser irrespetuosa con nadie, ni meteré mis narices en asuntos que no me incumban. Propongo como una de mis metas más próximas alcanzar la mayor tolerancia posible ante la forma de vida elegida por la gente que conozca, y que no conozca.
Y espero que todo aquel que lea esta carta reflexione como lo hice yo algún día. No hay razón para rechazar a las personas que son o actúan de forma diferente, siempre y cuando no hagan daño a nadie.