Abrí la ventana un día de invierno,
esperando recibir en mi rostro una caricia del sol que se escapa de los nubarrones,
pero obtuve más que eso.
La luz del sol se coló en mi habitación,
la vi claramente y tenía forma de mujer.
Bailaba al rededor mía,
llenó al instante de calor mi pequeño cuarto
y me cantó al oído canciones del centro del universo.
La luz del sol me abrazó y me pidió que me fuera con ella,
y me escapé de su mano dejando mi cuerpo inerte sobre el suelo de mi fría habitación.
Abre la ventana, que ahora soy el sol y ahora quiero verte.
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