jueves, 26 de enero de 2012

Algo que te tendrían que haber dicho ya.

Recuerdo y recuerdas cuando éramos sólo niños. Es verdad que ahora hay algunos críos que me resultan asquerosamente insoportables. Pero a veces otros me sorprenden y me recuerdan cómo fui una vez. Tiene gracia, no llego a los 14 años y ya hablo como un vejestorio de más de 40. Qué se le va a hacer, así soy yo. Pero a lo que íbamos, la forma de ver las cosas que tienen los niños. Un niño se enfada con su amigo, y por mucho que le diga que no va a volver a hablar con él en la vida, a los cinco minutos ya están otra vez jugando como si nada hubiera pasado. Para los niños, el orgullo está por debajo de la felicidad.
Y sobretodo esa forma de pensar. Mis padres me dicen siempre "hasta que uno no llega a adulto no es capaz de pensar bien por sí mismo". Yo pienso que cuando uno llega a adulto, lo que ocurre no es que madura ni nada de eso. Creo que lo que ocurre es que se pierde la ilusión por la vida. Donde un adulto ve lluvia, un niño ve llorar a las nubes. Donde un adulto ve una puesta de sol, un niño ve una lucha entre guerreros dentro del sol que ha provocado que el cielo se vuelva naranja. Donde un adulto ve nubes, un niño ve algodones de azúcar con forma de animales. Las cosas se vuelven sosas y normales. Nos acostumbramos a esas cosas y nos olvidamos de lo bonitas que nos parecieron una vez.
Cuando un niño dice que quiere ser astronauta, lo dice en serio, pero los adultos no hacen más que reirse de "las ocurrencias del crío". Pero ese niño cuando cierra los ojos, ve las estrellas al alcance de su mano, al planeta tierra del tamaño de una naranja, y se imagina a sí mismo dando vueltas sin gravedad.
Es tan sólo un pequeño ejemplo. Con esto, querido extraño, tan sólo quería decirte que no madures. Que intentes no perder esa forma de ver el mundo que tenías cuando pequeño, y si la has perdido, que la recuperes. Y fíjate en el color de la hierba verde en invierno, en lo bonitos que son los ojos de cerca, y en lo agradable que es el calorcito que desprende una hoguera.
We are not two, we are one.

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